No necesita etiqueta. No le importa la censura. Nate Diaz tiene un sello único transgresor tanto en personalidad como estilo de pelea, que lo hace especial. Solo quiere mostrase como es; un artista marcial.
Nate Diaz, el más joven de los dos rebeldes de Stockton, parecía quedar atrás en el olvido para algunos, luego que la inconsistencia de sus peleas nublara el protagonismo que había ganado en el octágono desde su aparición en The Ultimate Fighter 5. Pero el arma infalible de sus palabras, hizo incluso que “The Notorious” se viera como un principiante en el juego del trash talking: “Conor McGregor te has robado todo por lo que he trabajado…te voy a patear el trasero”. Así forjó camino para conseguir esa pelea.
La hostilidad siempre ha jugado a favor de Diaz, quien en vez de sucumbir ante ella, se ríe y la reversa hacia sus rivales. No le importó ser llamado “feo”, “fajita”, “cholo”, “saco de frijoles” u “Homero Simpson”. Para él está bien saber que McGregor fue indigestado por una sobre dosis de frijoles, no resistió el chile mexicano y sería vencido por el papá de los Simpson si pelearan.
Nate no se complica. No tiene afán de probar que es un ninja de película, ni una autodenominada leyenda del deporte. No necesita ejecutar técnicas giratorias, ni movimientos sicalípticos para resaltar sus golpes. Para él basta absorber los puños del rival con dureza y luego contra atacar con básico 1,2 de boxeo, que aunque simple, indefendible. Y claro, quizá la bofetada de Stockton.
No lo seduce la idea de ser campeón, porque piensa que el cinturón es solo un juguete de plástico que no necesariamente define la calidad de un artista marcial, su honor y códigos. Le interesa pelear por dinero, puesto que ha dedicado su vida entera en construirse como peleador, sin entrenador de movimiento, sin facilidades ostentosas, sin brillo de estrella y de nuevo… sin censura.
El juego de Diaz es tan básico como vestir siempre una camisita negra; confrontar sin miedo, pelear sin certidumbre, respetar sin diferencia de resultado. Una cachetada que hiere más que el rostro, en el glamour del estereotipo. Así es Nate Diaz, un hombre sin traje elegante quien logró que millones replicaran su honesta voz cuando dijo: “I’m not surprised motherfuckers!”.