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Dan Henderson: El adiós de una leyenda

 

Dan Henderson se retiró como un campeón. Caminó por última vez hacia una batalla el pasado 8 de octubre para enfrentar a Michael Bisping en la pelea estelar de UFC 204.
Hendo, a los 46 años todavía soñaba con colgarse el oro de la más grande liga de artes marciales mixtas del mundo, el del UFC. A los 46 años, aún tenía hambre de victoria.
¿Nada mal para un viejo no?
Esas mismas fueron sus palabras al término de su segunda pelea contra Bisping en UFC 204.
Desde las épocas doradas de PRIDE, los fans enloquecían cuando la voz de Lenne Hardt se desgarraba para gritar el nombre de Dan Henderson, entonces el hombre mismo aparecía de entre el humo caminando a paso tranquilo hacía el ring.

Su cara era casi inexpresiva o con una leve sonrisa que delataba sus intenciones y confianza a la hora de enfrentar a sus rivales, siempre iba por el nocaut.
Una vez entre las cuerdas, Henderson no se desgastaba en mostrarse ansioso o desesperado por empezar a pelear, todo lo contrario. Su serenidad advertía que pronto una hostilidad se desataría.
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Sonaba la campana y quienes conocían a Hendo, no podían parpadear, esperando que esa mano derecha apareciera y se estrellara contra la humanidad de su rival.
Ese era el punto, su mano derecha. La Bomba H. Un título que tal vez fue más valioso que todos los cinturones, medallas y trofeos que en algún momento ganó. Su mano derecha estaba hecha de oro macizo y pesado que noqueaba y brillaba al tiempo. Todos le temían, pocos la sobrevivían.

Henderson no jugaba trucos, no tenía misterios, ni se guardaba secretos. Matar o morir era su plan de juego. A lo largo de su carrera, fue precursor de las MMA, libró 47 batallas, fue campeón de dos diferentes categorías de peso en PRIDE, campeón semi-completo en Strikeforce, ganador de multiples grand prixes en diferentes promociones y medallista como luchador olímpico, son a grandes rasgos las credenciales de una verdadera leyenda.
El sábado pasado buscó una vez más el único cinturón que se le negó y aunque salió sin él, entró y salió del octágono como un campeón. En su última pelea le dio a los fans el mismo espíritu de entrega, muestra de dureza y entrega por el deporte que siempre tuvo.
¿Valió la pena? Le preguntaron. "Lo volvería a hacer todo de nuevo", respondió.